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Fotos. Unsplash & Wikimedia Commons

Por qué la leche de magnesia sirve para la acidez estomacal

Cómo ayuda al estómago y por qué deberías pensártelo antes de beberla como agua milagrosa

Si tu estómago se convierte en un pequeño dragón lanzallamas después de comer tacos al pastor con doble salsa. El ardor sube por tu garganta y tú solo puedes pensar en apagar el incendio. En ese momento, alguien aparece leche de magnesia.

Lleva más de 150 años ayudando a millones de personas a calmar incendios internos. Pero antes de que corras a la farmacia más cercana y te tomes media botella como si fuera un smoothie de coco, vale la pena saber cómo y por qué funciona, y sobre todo, qué papel juega en el alivio de la acidez estomacal.

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Un antiácido con nombre engañoso

Lo primero que debes saber es que la leche de magnesia no es leche ni viene de vaca alguna. Su nombre verdadero es hidróxido de magnesio (Mg(OH)₂), un compuesto químico de naturaleza básica que se ha utilizado desde el siglo XIX para combatir tanto el estreñimiento como la indigestión.

La Cleveland Clinic explica que fue Charles H. Phillips quien en 1873 patentó esta fórmula de aspecto blanquecino, creando el producto que aún hoy sobrevive en farmacias de todo el mundo. Su apariencia cremosa y su sabor relativamente menos desagradable —comparado con otros elixires de la época— le ganaron su apodo actual.

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    El truco está en la química: ácido vs. base

    Cuando comemos en exceso o ingerimos alimentos irritantes, el estómago responde con una producción intensa de jugo gástrico, que tiene un pH de aproximadamente 2: ultraácido, como lo explica Ricardo Yaphet Huerta Lozada en la revista ¿Cómo Ves? de la UNAM. Ese jugo es útil para digerir alimentos, pero cuando sube hacia el esófago, provoca lo que conocemos como acidez o reflujo.

    Aquí es donde entra el hidróxido de magnesio: una base con un pH de 10.8. Es decir, es lo opuesto a un ácido. Al entrar en contacto con el ácido estomacal, ocurre una reacción de neutralización: ácido + base = sal + agua. Esta reacción ayuda a reducir la acidez del estómago, aliviando de forma momentánea esa sensación de fuego interno.

    ¿Cómo actúa en el cuerpo?

    Según la gastroenteróloga Samita Garg (Cleveland Clinic), la leche de magnesia tiene un efecto osmótico cuando se utiliza como laxante. Esto significa que atrae agua hacia el intestino, lo cual suaviza las heces duras y facilita su expulsión. Pero cuando se usa como antiácido, actúa localmente en el estómago, neutralizando el exceso de ácido en minutos. Además de aliviar el estreñimiento, este producto sirve para calmar la indigestión, el reflujo ácido y otros malestares gastrointestinales.

    Entonces, ¿es buena idea tomarla cuando hay acidez? Sí, pero con precauciones. Si bien es eficaz, no debe usarse como solución continua ni sin supervisión médica. La leche de magnesia puede interferir con la absorción de otros medicamentos, como vitaminas, antibióticos o anticonceptivos, y no se recomienda para personas con problemas renales, mujeres embarazadas o en lactancia, ni para quienes siguen una dieta baja en magnesio.

    También puede generar efectos secundarios, desde diarrea y náuseas hasta calambres estomacales o fatiga. Aunque suene obvio, si después de tomarla sigues sintiéndote fatal, es momento de dejar el frasco y ver a un médico.

    ¿Qué pasa con las dosis?

    En su presentación líquida —la más común— se recomienda tomarla con un vaso grande de agua. Para tratar la acidez, la dosis general es de 5 a 15 ml, hasta 4 veces al día, sin pasar de 60 ml en 24 horas, de acuerdo con Medical News Today. Para el estreñimiento, se puede tomar antes de dormir, pero no más de una semana seguida sin indicación médica.

    No por tomar más te curas más rápido. Como en la vida, el exceso no ayuda, sólo te hará correr al baño más veces de las que quisieras.Como afirma el Dr. Garg, ha demostrado ser efectiva para tratar tanto el estreñimiento como la acidez leve a moderada. Sin embargo, es una solución de corto plazo, no un sustituto de un estilo de vida equilibrado.

    Además, entender cómo actúa —desde su pH hasta su interacción con los ácidos— nos conecta con algo que suele parecer aburrido: la química básica. Como señala Huerta Lozada, saber cómo funcionan los ácidos y las bases nos permite tomar decisiones más informadas sobre lo que entra a nuestro cuerpo.

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